lunes, 17 de septiembre de 2012

La Irrupcion del Anti-Arte





La mentalidad dadaísta se deleita en la ironía de las paradojas inherentes a los presupuestos burgueses, la noción de anti arte aplicable al arte contrario al establishment, ridiculizaba las pretensiones de  l art pour le art.  Al llamar la atención a sus clichés adocenados, Dada atacaba a la burguesía con imágenes satíricas y timos, y de un modo decididamente heterodoxo perseguía sus fines políticos a través de la estética.

 La actividad dadaísta fue una rebelión permanente del individuo contra el arte, la moralidad, contra la sociedad.  Sus medios fueron manifiestos, poemas, escritos de varios tipos, pinturas, esculturas, exposiciones y algunas demostraciones públicas de carácter claramente subversivo.

Sin embargo, las implicaciones del movimiento iban mucho más allá de la literatura o del arte.  Se dirigían a la liberación del individuo de todo dogma, formula o leyes, a la afirmación del individuo en el plano espiritual; incluso se podía decir que el movimiento liberaba al individuo de la propia mente, colocando al genio al mismo nivel que el idiota.

 Dada era un estado mental sin dogmas, radicalizado.  La palabra Dada fue precisamente elegida por su falta de significado.  Como dice Jean Arp: “lo que nos interesa es el espíritu dadaísta, pues ya todos éramos dadaístas antes de que dada existiera”  Tristan Tzara comentaba que dada era poco pretensioso, inútil  “como la vida misma” y declaro que dada era “ el punto en el que el si y el no y todos los opuestos se encuentran” … muy sencillamente en cualquier esquina como los perros y los saltamontes”
Poco antes de la primera guerra mundial, Marcel Duchamp acuñaría el término de anti arte con el que quería dar a entender su desprecio por las ineptas acciones políticas o artísticas de la sociedad.  Los Ready- mades eran sarcásticas puyas contra el mundo artístico elitista, contra los museos, marchands, coleccionistas y advenedizos.
Duchamp opuso a la burguesía la ironía de sus erróneas suposiciones.  Pintándole un bigote a la mona lisa ridiculizaba la veneración burguesa por el renacimiento clásico, al mismo tiempo que llamaba la atención por la ambigüedad de la vida y obra de Leonardo.  Las iniciales  L.H.O.O.Q.  Que pueden leerse al pie del retrato de la mona lisa, constituyen un acertijo obsceno si se pronuncian en francés:  "Elle a chaud au cul"
El anti-arte de Duchamp denigra l´art pour l´art y su mistificación, al tiempo que ataca a la sociedad que lo define.  A Duchamp le parecía que el arte no podía pertenecer a una civilización desprovista de todo lo que no fuesen valores comerciales.  La idea del anti-arte fue mas un ataque a la sociedad que una burla al arte mismo.  Según Hans Richter, el sentido de la fuente de Duchamp era que se meaba en todos los valores estéticos de la sociedad, que supuestamente son los que determinan que es o no es arte.  Duchamp se rebelo contra el culto a los objetos, típico de la cultura comercial.  Su “rebelión estética” sin embargo fue políticamente hablando poco efectiva.  En cuanto la impresión inicial de sorpresa se hubo disipado, la burguesía sintiose “encantada” con el supuesto anti arte de Duchamp, empezó a comprarlo y coleccionarlo como cualquier otro arte, ante el desaliento y enfado del autor.  En 1920  Duchamp sorprendió a todo el mundo diciendo que había dejado de ser “artista” para convertirse en “ingeniero”  (cambio que coincidió con la aparición de Rose Selavy)
El contingente dadaísta alemán no podía permitirse la despreocupada actitud política anarquista de los dadaístas de los países aliados, los alemanes habían experimentado la descomposición del imperio, una guerra desastrosa y la miseria y el hambre que siguieron.  El lamentable estado social  que resulto de las aventuras militares del káiser termino por cebarse en su propia patria y el dadaísmo alemán refleja el colapso de la burguesía.  Dada es el bolchevismo Alemán”. La burguesía debe ser privada de la oportunidad de comprar arte para su propia justificación.  Los dadaístas alemanes se veían como kunstkommunisten, que daban primicia a las exigencias del partido y no a los predicados estéticos. Pedían la erradicación de todos los valores nacionalistas, despreciando vigorosamente la cultura alemana: ¿Qué es la cultura alemana?  (Respuesta: mierda)  el levantamiento de 1918-1919 en Berlín arrastro a los dadaístas a una febril actividad revolucionaria: “dada ofreció sus servicios al proletariado y salió a las calles… incito a la sublevación por medio de alusiones sarcásticas o crueles… la fuerza del movimiento dadaísta alemán residió en su feroz sentido del humor, igualado solo por intenso compromiso político.

George Grosz y John Heartfield, colaboradores desde 1915, fueron miembros activos del sindicato de artistas comunistas del KPD  (Vereinigung Kommunisticher Kuenstler der KPD)  el llamado rote Gruppe dirigido por Grosz. Ambos artistas fueron fundadores del dadaísmo alemán.  Grosz comenta al respecto:
 Hacía décadas que el dadaísmo era el único movimiento artístico importante en Alemania.  No se sonríen, comparados con ese movimiento todos los demás “ismos” artísticos han convertido en problemas nimios del pasado. El dadaísmo no era en absoluto, un movimiento organizado, sino un producto orgánico que se desarrolló como reacción contra las “tendencias de la nube errante”  del llamado arte consagrado, cuyos seguidores no hacían sino pensar en cubos y en el gótico, mientras los generales pintaban con sangre, el dadaísmo obliga a que los artistas pongan sus cartas boca arriba.
Ya que el dadaísmo contiene un fuerte concepto político, Herbert Marcuse se dedicó a investigar la interrelación entre arte y política. Al observar el cambio de estilos cada vez más acelerados dentro del arte contemporáneo Marcuse escribe en su artículo an essay on liberation:
 El carácter radical, la violencia de la reconstrucción en el arte contemporáneo, parecen indicar que no se rebelan contra un estilo u otro, sino contra todo estilo en cuanto tal, contra la forma artística del arte, contra el “sentido” tradicional del arte. La gran revolución artística que se produce en la época de la primera guerra mundial sirve de detonador.

La obliteración de un estilo tras otro, la repulsión por la imagen, es significativa para un arte que ha perdido su identidad. Prevalece un sentido de arbitrariedad, que permite intentarlo todo sin comprometerse con nada. Herbert Read denomina este fenómeno “la corrupción de la conciencia” la vanguardia ha elegido comprometerse solo con la innovación experimental y con alguna ocasional mordacidad. La tan lamentada decadencia de las artes superiores de la pintura y la escultura, refleja aparentemente el malestar de la cultura, son embargo no es normal que en épocas de agitación social, el arte se hunda a niveles inferiores, las impericias corrientes hacia la democratización y la igualdad social desinflan los valores culturales “superiores” que se han ido acumulando, y que ahora ya no guardan ninguna relación con las necesidades comunitarias.

L’ art pour l’ art responde a una sensibilidad que no es la de la sociedad en erupción. Como dijo Nietzsche: l’ art pour l ‘art significa: que la moralidad se vaya al diablo” las interminables variaciones estilísticas, las modas, no consiguen hacer suyos los problemas que no pueden resolverse a base de variaciones sobre lo mismo.
Según Marcuse la cultura se encuentra en un proceso de “de sublimación”. Lo sublime, lo bello, lo ordenado, lo segregado y lo armonizador han perdido de repente gran parte de su supuesto sentido, de su sacralidad. Con la incursión de lo estético en lo político, los sentidos culturales han cambiado, se han invertido, se han de sublimado. El sentido por ejemplo del flower power, es que lo bello natural es más poderoso que la fuerza coercitiva, para ilustrar este sentido las muchachitas se dedicaron a colocar flores en los cañones de los fusiles de los National guards durante una manifestación ante el pentágono.

 La de sublimación de la cultura es una empresa de todo arte revolucionario, es típica del anti-arte, aunque no todo el arte de sublimador sea, necesariamente anti-arte, el arte de emory Douglas (ministro de cultura de los Black Panters) de sublima la cultura, pero no es anti-arte, a Douglas no le preocupan los problemas de la anti-estética, que son los que constituyen el meollo del anti-arte, su obra se haya libre del conflicto estético que planea la obra de vanguardia.
 Marcuse describe el arte de sublimado y el anti arte como fuerzas liberadoras en la lucha por la libertad. La dimensión estética no es simplemente percibida en sus aspectos formales y decorativos sino en términos de su afinidad funcional con la libertad.

La estética no está limitada a lo que es considerado arte, al contrario, abarca todas las actividades humanas, punto de vista este que los artistas de un estilo de vida, los participantes en las acciones artísticas de guerrilla y otros artistas radicales comparten con Marcuse. En este sentido la difusión de la estética rebaja la importancia asignada tradicionalmente al arte: “tal vez el arte haya perdido su dominio privilegiado y segregado sobre la imaginación, lo bello y el sueño.
En el sentido de Marcuse la estética y la moral acaban por coincidir:
La moralidad estética es lo opuesto al puritanismo, no insiste en la lucha o el baño diario para aquello cuyas prácticas purificadoras incluyen la tortura, la matanza y el envenenamiento sistemático. Ni incluye tampoco el lavado de la ropa para aquellas personas dedicadas profesionalmente a sucios apaños, pero si insiste en limpiar la tierra de toda la bazofia material producida por el espíritu del capitalismo y en acabar con él. E insiste en la libertad como necesidad biológica: hay que ser físicamente incapaz de tolerar cualquier represión que no sea necesaria para la protección y la mejora de la vida.
Las desatadas posibilidades del arte en ese umbral revolucionario son evidentes: el arte perturbador, el anti-arte, prepara el escenario “en el que la capacidad de la sociedad para producir puede ser parecida a la capacidad productora del arte, y la construcción del mundo del arte semejante a la reconstrucción del mundo real: la unión de un arte y una tecnología liberadores”.  La culminación del “ethos estético” de Marcuse es la idea de “la sociedad como obra de arte” esta visión utópica fue la que inspiro a los estudiantes parisinos durante los hechos de mayo de 1968. Dando salida a una nueva conciencia, los estudiantes descubrieron  que la capacidad creadora se halla de manera inmanente en todos nosotros y que la obra de arte y el artista no son más que “momentos de esa actividad”  el espíritu del anti-arte se revela en tales momentos y no tiene ninguna pretensión de perdurabilidad. Y esos momentos no deben ser paralizados por un sistema social “que convierte la obra o el hombre en un monumento”

El arte del mayo francés ejemplifica este espíritu: fueron formulaciones espontaneas y gratuitas que de sublimaron los presupuestos burgueses. Dirigidos a todo el medio ambiente, hubo graffitti, posters y acciones de guerrilla teatral que jugaron un papel significativo en la catalizacion del impacto revolucionario, confirmando la aseveración de Marcuse: “la revolución también debe ser una revolución de percepción que acompañe a la reconstrucción material e intelectual de la sociedad, creando un nuevo entorno estético”.
"la cultura ha muerto  ¡cread!   La imaginación al poder.  ¡Vive en el presente!
 Los posters y grafittis del mayo francés fueron consumidos ávidamente por marchands y coleccionistas cosa que no modifica el impacto que tuvieron en el momento.
La rebelión fue un problema francés que no perturbo para nada la vida de los museos americanos, que, al cabo de unos meses, fueron exhibidos sobre las paredes de los museos de New York, el espíritu revolucionario era apenas perceptible, el impacto radical podía darse por perdido.
 Gregory Battcock en su artículo “Marcuse y el anti arte” da esta definición del mismo:
 Para que algo pueda ser calificado de “anti-arte” debe requerir, de algún modo, un cambio de las capacidades receptivas prevalece doras, por eso no tan solo debe resultar difícil aceptarlo como arte, sino que debe ser inaceptable como arte, la idea es que solo la obra que es inaceptable es capaz de obligar a un reajuste, cambio, ruptura, o revolución, de esas capacidades y facultades que, en última instancia, determinan el sentido y la efectividad de toda la información recibida para cada individuo.
La definición de arte radical dada por John Cage, y que Battcock menciona en su artículo, merece cierta atención: “la radicalidad del arte viene definida, no en términos de su forma, sino en términos de su función perturbadora dentro de cierta estructura social, política, económica y psicológica” según la definición de Cage, la radicalidad de la forma dentro del contexto artístico es políticamente ineficaz, la definición que Battcock daba del arte radical, estaba, sin embargo, envuelta en términos de radicalismo “estético” más que radicalismo político.
Marcuse llama la atención sobre este fenómeno:
La irrupción del anti arte se ha manifestado de muchas formas familiares: destrucción de la sintaxis, fragmentación de palabras y frases, uso explosivo del lenguaje coloquial, composiciones sin partitura, sonatas para cualquier cosa. Y ,a pesar de todo, esta entera deformación es “forma” el anti-arte continua siendo arte y es producido, comprado y contemplado como arte.

 En el sentido de Duchamp el anti-arte se aplicaba más al hecho estético que al político. (De igual manera su anti-arte logro bordear lo político) los dadaístas alemanes utilizaron el anti arte para amplificar los planteamientos políticos, sin embargo su arte hoy en día es visto y asimilado bajo criterios estéticos como le ocurrió a Duchamp. La radicalidad del anti arte no logro cambiar el sistema, sino que fue absorbido por él. La evasidad del anti arte plantea la cuestión de si usar el término continua sirviendo para algo. Se ha dicho en reiteradas ocasiones que no existe algo llamado anti arte, que todo termina siendo arte. Los objetos se convierten en objeto de coleccionistas y el anti arte cae en esta obligación de comprarlo todo. Si continua teniendo algún sentido utilizar el término anti arte, tenemos que volver a definirlo como un arte rebelde y de sublimador, que niega las nociones de calidad y permanencia y que en consecuencia no puede ser coleccionado.
En el ensayo de Marcuse, an essay on liberation, resucito el concepto de anti arte, radicalizándolo sustancialmente al extenderlo al terreno político. A diferencia de Duchamp, Marcuse lleva el anti arte a la calle y a los mercados, no a las galerías o museos, para Marcuse la de sublimación de anti arte se convierte en un medio de catalizar y expresar la conciencia revolucionaria.
El arte del mayo francés estableció que el anti arte existió solo en su origen, durante el parto. Al cabo de un par de meses, el revolucionario anti arte era realmente inocuo, lo que fue percibido como anti arte en el momento de su creación ya había sido transformado en una serie de objetos artísticos expuestos en museos y galerías, sin embargo esa evasidad del anti arte es precisamente su rasgo característico. Si existe el anti arte ya no solo en términos de rareza histórica Duchamniana sino en el contexto de un presente revolucionario debe ser definido atendiendo a su temporalidad. Si se toma en cuenta el factor tiempo, el criterio de inaceptabilidad de Battcock puede ser aplicado a su definición. La función subversiva del anti arte se manifiesta solo en el momento crucial en el que se agota con una erupción de violenta energía.


Artículo de: Úrsula Meyer
Fuente:        La Idea como Arte (Gregory Battcock)
                    Documentos sobre Arte Conceptual
                           (Colección punto y línea)

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